
"Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras; ellos son gigantes, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla...". Pues bien, la incipiente locura de nuestro hidalgo favorito así como la incipiente cordura (espero ja, ja) de otro bloguero (gracias Kondor) han sido, junto al espléndido sol y las altas temperaturas, las siglas perfectas para una interesante ruta a través de paisajes armónicos donde la alternancia de verdes campos y ocres tierras solo queda rota por solitarios cerros y poderosas fortalezas... La Mancha ruge!.
La Muy leal villa de Yepes toma su nombre de un posible topónimo mozárabe, Hepes, que ya se citaba allá por el siglo XII. Situada en la Mesa de Ocaña es su legado artístico la que la hace merecedora de ser un conjunto histórico rico y singular.
En la entrada al casco urbano donde en tiempos convivieron las tres culturas, de los restos de sus dos recintos amurallados destaca La Puerta de Madrid, claro exponente del carácter militar de la ciudad.

Llegados a la la Plaza Mayor se encuentra la Colegiata de San Benito Abad también conocida como la Catedral de La Mancha debido a sus excepcionales dimensiones. Data del siglo XVI y conjuga el final del gótico con el primer Renacimiento.

Junto a ella, el Alcázar de los Señores de la Villa que era utilizado antaño por los arzobispos toledanos como residencia estival, pero sin playa, claro.

La colosal Colegiata es sin duda la edificación más representativa y protegida del municipio, y por ello, no hemos dudado ni un segundo en retirar nuestras preciadas máquinas de su proximidad cuando un lugareño nos avisa de la voracidad municipal en el afán recaudatorio...

... y eso que la alternativa ofrecida no resultaba del todo clara, ups!...

La majestuosa portada principal sirve de acceso a los feligreses a la hora de practicar el culto, mientras que para el infiel, su interior resulta toda una lección de buenas artes y muy buen gusto.

Como no podía ser de otra manera cierra el espacio de esta Plaza su presumido y elegante Ayuntamiento, otra cosa son sus moradores con los que un servidor no tiene el gusto...

Arropados por un brillante sol y una temperatura más que primaveral continuamos nuestra ruta hacia Mascaraque. Allí nos aguarda la Iglesia de Santa María Magdalena del siglo XVIII...

... y el Castillo de Juan Padilla. Perteneciente a la familia Padilla desde el siglo XIV este palacio-fortaleza se encuentra actualmente en manos privadas, no obstante, y por lo hablado con un amable y jovial lugareño, su interior es un tesoro en sí ya que esconde, y digo esconde porque no puede ser visitado, la más espectacular y refinada decoración así como una serie de sorprendentes colecciones que harían las delicias del mejor de los observadores.

El Castillo de Almonacid de Toledo, además de poderse observar en ruta desde Yepes, data del siglo IX y es de origen musulmán. Durante el siglo XI pasó a manos de Alfonso VI como parte de la dote de Zaida, su esposa e hija del rey moro... y en la actualidad, y al módico precio de una de las antiguas pesetas, de quien a bien tenga como única misión reformarlo por completo, toda una ganga!.

La localidad de Manazaneque goza de un bar generoso en pinchos de jamón de la tierra con botellín además de un coqueto Castillo del siglo XV. Actualmente es utilizado en parte para dependencias del Ayuntamiento, aun así es posible su visita previo aviso al consistorio.

A nuestra llegada a la ciudad de Consuegra el encauzamiento del río Amarguillo nos da la bienvenida vestido con sus mejores galas. Llama la atención el fino reguero de agua que corre por su cuneta central frente a la anchura total del cauce.

La Iglesia mudéjar de San Juan Bautista data del siglo XVI. Como curiosidad cabe mencionar que durante la inundación de 1891 provocada por la rotura de la presa romana que se encuentra aguas arriba y muy próxima, este sólido templo fue la única construcción que quedó en pie tras el paso de las aguas.
Siguiendo las directrices marcadas por una simpática lugareña (no me imaginé la ausencia de puente alguno), cruzamos el Amarguillo dirección a la parte más alta y visitada de toda la localidad...

... sus Molinos de Viento, o como los denominaba el gran hidalgo de capa y espada, gigantes de La Mancha.

Desde este alto las vistas son sencillamente espectaculares.

Situados en el cerro Cadérico se mantienen once de los trece molinos existentes siendo el mejor conservado el denominado Sancho cuya maquinaria funciona tal y como lleva haciendo desde el siglo XVI.

El conjunto de casas y edificaciones que conforman el pueblo rompe con la agradable monotonía que reina en el paisaje manchego.

En el extremo contrario del cerro se encuentra el Castillo. Su construcción se inicia durante el reinado del Califato de Córdoba en el siglo X y actualmente, y desde 1985, se encuentra en constante periodo de restauración.

Llegados a esta hora y después de todo lo admirado y experimentado, parón obligado para reponer fuerzas con un sabroso pisto manchego más que apto para rubricar la ruta... Y HASTA LA PRÓXIMA!.
